Muchos votos por Fajardo

Ojerizas demostrativas de que Fajardo está lejos de los mismos con las mismas y también de descocados fanatismos.

*Publicado originalmente en Revista Semana.

“El modelo está agotado”, dice Sergio Fajardo con convicción, fundado en el paro nacional de 2021, en el que, fuera del amplio respaldo de opinión, más de dos millones de personas protestaron en 862 municipios por la desigualdad, el hambre y el desempleo. “Hay legítimo malestar”, agrega. Cualquier solución a esa crisis debe ceñirse a principios básicos para ser eficaz e ir en la dirección adecuada y sacar a Colombia del “noveno círculo del infierno”, el de la traición, al que fue arrojada.

El primero es la independencia frente a los responsables que en 30 años incubaron tal indignación: los expresidentes Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe y Santos. Cada uno contribuyó a que hoy 46,7 por ciento de los colombianos se considere pobre (Dane, abril 2022), lo que acarrea tanta frustración y desesperanza como que para salir de ellas se requieren 11 generaciones (Ocde, 2022). Fajardo no acudió a donde los cinco caciques a canjear votos por mermelada.

El segundo principio es la oposición al pésimo Gobierno de Duque. De antemano escribió: “El Gobierno de Duque nunca tuvo norte claro, ni un proyecto de transformación de nuestra sociedad” (Twitter, 20/10/2020). En el dilema entre continuismo y cambio, Fajardo está del lado correcto. Por eso, tras la consulta del 13 de marzo, lidera la Coalición de la Esperanza, que acoge disímiles corrientes y que, sin ser la heterogénea unidad necesaria para construir una nueva democracia, se inspira en la atracción a todo aquel susceptible de ser unido, contraria a agrupaciones excluyentes por sectarismos, dogmatismos o caudillismos.

El tercer principio es la ética, desechar el todo vale. “Como se llega al poder, se gobierna”, reitera Fajardo. ¿Cómo construir una sociedad distinta en compañía de probados desfalcadores del erario? Aunque apartar ciertos sujetos causó discordia en un momento en la Coalición, no dejó de ser su piedra angular el código de normas que vindican la inclusión, la vida, el bien común, la verdad, el diálogo, la libertad, la igualdad, la dignidad humana y la salvaguarda de los recursos públicos.

Independencia, cambio y ética política son los cimientos para formular un programa que inicie la salida de Colombia del averno. Si bien con el de Fajardo es natural que no haya plenas coincidencias, contiene las bases esenciales para emprender el rescate: revisar los TLC y no negociar ninguno más; garantizar la seguridad alimentaria nacional y virar hacia una estructura tributaria progresiva que elimine abusivos beneficios para las rentas de capital, no toque el IVA y cobre tasas efectivas a la riqueza para un recaudo factible, mas no confiscatorio.

Ese acopio de recursos fiscales se dirige a una política pública anclada en el empleo que, al integrar producción moderna industrial con construcción de 1,2 millones de viviendas, desarrollo rural, educación e innovación con inversión hasta 1 por ciento del PIB, creará 1,5 millones de ocupaciones formales. Aumentará salarios y promoverá, con prioridad en jóvenes y mujeres, un plan de proyectos gubernamentales con 440.000 puestos regionales.

En la educación, que Fajardo considera factor revolucionario y universal, se garantizan tres años de preescolar; recursos crecientes para la universidad estatal e infraestructura educativa; Icetex al servicio del mayor acceso; Sena en línea de capacitación para el trabajo técnico; Universidad Nacional Digital y respaldo a la formación de docentes. La salud pública es prioridad al fortalecer el papel de los entes territoriales, de la red hospitalaria oficial, al instaurar el trabajo digno para el talento y al transformar las EPS.

Colombia se integrará –en la práctica del multilateralismo– a todas las naciones y son transversales programáticas el enfoque de género, la consolidación del acuerdo de paz, la sostenibilidad ambiental, con energía no convencional y preservación de biodiversidad y bosques y la igualdad como deber del Estado. Promueve la participación de las mujeres en el mercado laboral con énfasis en el Sistema Nacional de Cuidado como red de protección a los más vulnerables.

Se derrumban barreras al ejercicio de derechos de los sectores LGBTI y las cuentas estadísticas contendrán a las personas trans. Respetará la autonomía e identidad y protegerá la vida de las etnias indígenas; se destinará 10 por ciento de los planes de desarrollo para comunidades afros y la coca tendrá usos agroindustriales diversos.

En suma, sobran razones para ponerle muchos votos a Fajardo, incluidos los de izquierda democrática. Una buena réplica frente al complot de “quemarlo” de rivales políticos de diferentes campañas y de los jefes de los organismos de control y la Fiscalía. Ojerizas demostrativas de que Fajardo está lejos de los mismos con las mismas y también de descocados fanatismos.

Saqueo, macroeconomía y TLC con Estados Unidos

El debate trasciende porque los impactos macroeconómicos son más devastadores, postran la economía y la someten a vulnerabilidad estructural. El TLC es hidra de mil cabezas, ¿enfrentarlo será “estupidez” como dice Duque?

*Publicado originalmente en Revista Semana.

“Trigo por uchuva” y “alimentos baratos por minería” fueron razones de los ministros uribistas Andrés Felipe Arias y Jorge Humberto Botero para defender el TLC con Estados Unidos (EU). Igual la “agenda interna” propuesta como flotador por el propio Uribe Vélez. Luego de diez años nada resultó.

Las cifras de Jorge Enrique Robledo sobre el déficit comercial en réplica a la ministra Lombana, de Comercio, son suficientes y se pueden resumir en que antes del tratado la balanza con EU era positiva y ahora es negativa. Entre 2012 y 2021, el desbalance acumulado entre ventas y compras es de -11.019 millones de dólares (https://www.census.gov/foreign-trade/balance/c3010.html).

Tanto bienes agrícolas como industriales norteamericanos gozan del dumping, su venta externa por debajo del costo de producción y transporte proveniente de altísimos subsidios, y que los Gobiernos de Colombia han alcahueteado en la década. Estudios del IATDP ubican entre el 10 y 32 el porcentaje de trampa para trigo, algodón, soya y maíz (Saqueo, pág. 118) y en los últimos años también en lácteos, cerdo y pollo. En 2018, por ejemplo, el kilo de pollo llegó al importador, no a los hogares, a mitad del valor interno.

Las manufacturas no son ajenas al mecanismo. The New York Times encontró más de 80.000 millones de dólares anuales de subvenciones a la industria gringa, incluida la del etanol, que recibe 45 centavos de dólar de ayuda federal por galón. También a los carros de motor eficiente o eléctrico y a la refinación de petróleo y derivados. El 1,5 por ciento del valor agregado de exportación industrial en EU viene de incentivos por empleo creado. Imposible competir así aquí y allá (idem, págs. 119-120).

Además, el comercio de servicios es un capítulo del TLC, vuelto una vena rota, con cuenta especial en la balanza de pagos. Entre 2018 y 2020, para hablar solo de tres años, el déficit del comercio de servicios fue de -2.655, -2.362 y -2.512 millones de dólares con EU, responsable de cerca del 60 por ciento del desbalance total en este rubro. Propiedad intelectual, seguros, telecomunicaciones, financieros y servicios de viaje son los principales renglones en esa gravosa contabilidad (https://apps.bea.gov/iTable/iTable.cfm?reqid=62&step=9&isuri=1&6210=4).

La inversión directa de EU, atraída con excesivos beneficios tributarios, suma más de 40.000 millones de dólares y dos de cada tres aterrizaron desde 2012. Triplica la de Colombia en Norteamérica, y la renta neta exportada de sus ganancias destinadas a las matrices multinacionales, que las demandan ansiosas, implica no menos de 3.000 millones de dólares al año. “El TLC es un tratado de protección de inversiones”, afirmó Germán Umaña y acertó.

Los neoliberales, felices: bienes baratos, inversiones, etc. Ocultan que el déficit en el comercio de mercancías y servicios y en renta de capitales contribuye a los números rojos de las cuentas externas de Colombia. El TLC con EU cumple con rigor la máxima “el dinero va a donde puede salir”. Los tres rubros negativos juntos cuestan entre 6.000 y 7.000 millones de dólares al año, entre 2 y 3 por ciento del PIB, que es del 40 al 50 por ciento del saldo del faltante de Colombia en el frente exterior. Ese es el tamaño del saqueo anual del TLC con Estados Unidos.

Tal “dolarducto” se financia con deuda pública, con el obvio efecto fiscal en la Hacienda y el entrampamiento crediticio. No fue salvavidas, sino piedra de molino al cuello. Y, como pesadilla, también fondos de capital extranjero son los prestamistas de los dólares para honrar los préstamos crecientes, un “gota a gota”. Ha impelido a seis reformas tributarias, con predominio del IVA en menoscabo del consumidor y como sucedáneas del arancel no cobrado. ¿Debe la ministra Lombana contar cuánto ha pesado el TLC de EU en el alza de la deuda pública del Gobierno central de 217 billones de pesos en 2012 a 700 en 2022?

Al tenor de los capítulos de inversiones de este TLC, que, comparado con 1.628 tratados de inversiones y 51 apartados de otros, es el más concordante en lenguaje y contenido con el estándar norteamericano (idem, págs. 106 y 107), Colombia enfrenta ante tribunales internacionales de arbitraje cinco demandas, entre ellas Uber y firmas involucradas en Reficar, que costarían centenares de millones de dólares (Andje).

Son diez años de saqueo de trabajo, de riqueza y ahorro nacionales público y privado. El que 2.345 pymes exporten no lo enmienda, ni menos lo justifican los artificiosos argumentos del Gobierno Duque. Si bien las averías microeconómicas en comercio son el foco del quebranto, el debate trasciende porque los impactos macroeconómicos son más devastadores, postran la economía y la someten a vulnerabilidad estructural. El TLC es hidra de mil cabezas, ¿enfrentarlo será “estupidez” como dice Duque?

¿Por qué el poderío del Clan?

Duque falta a la verdad cuando dice que se ha capturado a más de 2.800 miembros “en casi 4 años”. Los Informes de Gestión de la Fiscalía en 2019-2020-2021 registran 1.440 detenciones de todos los grupos del crimen organizado.

*Publicado originalmente en Revista Semana.

“El mensaje es uno solo: no vamos a ceder jamás ante el Clan del Golfo y ninguna estructura del narcotráfico”. No son palabras de Iván Duque del 7 de agosto de 2018, sino del 9 de mayo de 2022 (Twitter), aunque desde 2013 la Policía aseveró que era “la única banda criminal que hoy tiene connotación de carácter nacional” (Indepaz, 2015).

El tardío discurso, a días de dejar la presidencia, denota una problemática actitud frente al avance de ese grupo criminal. En abril de 2019, las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) estaban en 222 municipios (‘Gran atlas del conflicto’, El Espectador), pero en 2020 se les atribuían 3.260 hombres y ya en 261 municipios había “intensidad alta de grupos narcoparamilitares” (El Tiempo, Indepaz, 2020).

El portal Verdad Abierta concluyó que en 2019 las AGC eran “gestores de riesgo” en 213 municipios y en 2022 en 253. Comparó la alerta temprana 035-19 de Riesgo Electoral, emitida por la Defensoría del Pueblo, que identificaba en 2019 a 402 con distintos niveles de riesgo, con la 004-2022, que los fijó en 521 para el año actual y 79 en el máximo. Las AGC son factor de alteración en Antioquia, Chocó, Bolívar, Sucre, Nariño, Córdoba, Atlántico, Cauca y Norte de Santander.

Duque falta a la verdad cuando dice que se ha capturado a más de 2.800 miembros “en casi 4 años” (Twitter, 9/5/22). Los Informes de Gestión de la Fiscalía en 2019-2020-2021 registran 1.440 detenciones de todos los grupos del crimen organizado, incluidos “ELN, Pelusos, disidentes de las Farc, Clan del Golfo y Caparros”. (ver informes).

Al contrario, el alcalde de Frontino estima en 1.000 los hombres armados de las AGC en 19 pueblos del occidente antioqueño, lleva dos años sin salir del casco urbano, dice que la fuerza pública y la Fiscalía tienen muy baja presencia y cuestiona a Iván Duque por “minimizar” el paro armado (Blu Radio, 9/5/2022). En carta dirigida a la alta comisionada de Derechos Humanos, los alcaldes de esa región alegan que “nos sentimos vulnerables y en riesgo inminente, sin libertad y garantías plenas sin ejercer nuestras funciones constitucionales”.

El obispo de Quibdó, Juan C. Barreto, en abril de 2017, denunció que las AGC, “hace poco menos de dos años”, “avanzan sin mayor freno estatal”. La Defensoría del Pueblo anotó que “la fuerza pública presente (…) tiene relaciones de connivencia, colaboración y coordinación con las AGC”. Sus intereses fueron “los territorios que estuvieron bajo el dominio de las Farc” (Verdad Abierta, 27/4/ 2017).

Igual en Urabá: Mutatá, Murindó, Dabeiba y Vigía del Fuerte, antes de influencia de las ex-Farc, están bajo las AGC, robustecidas en su casa matriz. En septiembre de 2021, organizaciones sociales y la Iglesia católica expusieron “la degradación en las condiciones de seguridad” allí por la guerra entre las AGC y el ELN.

En Córdoba, en el Nudo de Paramillo, son amos de “una república independiente” (Nueva Prensa, 20/9/2022) e influyen en Montería, en barrios del sur donde “el que habla, se muere”, y en playas como Moñitos o Puerto Escondido. Una línea, desde Urabá hacia el interior, traza un corredor del mar a zonas de coca. Indepaz advirtió en 2015 que en el Bajo Cauca antioqueño las AGC “son el eslabón actual de una larga cadena” de “intereses económicos y geoestratégicos” en Cáceres, Tarazá, El Bagre, Nechí y Zaragoza, con los mayores índices nacionales de homicidios en 2018 (‘Gran atlas del conflicto’, El Espectador).

Las AGC captan 60 por ciento del PIB del narcotráfico, que es de 19 billones de pesos (S. Montenegro, Cede, 2019), y tienen a cargo narcomenudeo, minas, contrabando de combustibles y mercancías, despojo de tierras, contratación pública y ciertos proyectos agrícolas y pecuarios (Indepaz, 2015). Por la autoridad que ejercen, “ante la ausencia del Estado”, mangonean sobre los “coyotes” que mueven migrantes por el Darién (Juan A. Gómez).

En Urabá y Córdoba volcaron dinero hacia el comercio, la construcción y hoteles, al ‘gota a gota’ o ‘pagadiario’ y a la provisión de víveres. El boom de edificaciones es tal que, mientras en Montería los metros cuadrados nuevos edificados, comparado 2021 con 2019, crecieron 28,5 por ciento, en todas las 14 áreas metropolitanas solo alzaron 1,3 (Dane, Ceed, 4T, 2021).

El clan con la jefatura de Úsuga tuvo “poder y control territorial sobre vastas extensiones de la costa colombiana”, según acusación del fiscal del distrito este de Nueva York (InSight Crime), además en territorios de las ex-Farc. Es primer cartel de drogas, permea la economía y corrompe funcionarios y políticos, como se declaró ante la JEP. El paro, con 309 actos violentos, fuera de rechazar esa extradición, confirmó el poder que detenta frente al Estado, cuya floja reacción refleja una impropia conducta asumida durante el cuatrienio Duque, otra en el cúmulo de equivocaciones.

Federico Gutiérrez, el lobo feroz

Comprobado que es el candidato del Equipo Duque, no es exagerado decir que “Dios los cría y ellos se juntan”. Es el combo completo, todos, además de ser yes-man del Tío Sam, en uno.

*Publicado originalmente en Revista Semana.

Colombia está a las puertas de la más engañosa estrategia de marketing político, la “Operación Caperucita”. Consiste en transformar en el “de la gente” a la versión más condensada de lo que ha malgobernado al país durante 30 años, al candidato del Partido Liberal, del Partido Conservador, de la U, de Cambio Radical y del Centro Democrático. El viejo truco del lobo feroz disfrazado de abuela, como en el cuento, “para comerte mejor”.

Un Federico que no tuvo empacho en deslucir su nombre, el mismo de Hegel, Chopin, Engels, Nietzsche, List o García Lorca, por un alias de bacán de esquina de barrio o de cantante de géneros populares y hasta de torero, el todo es que suene “cercano”. El remoquete lo acompaña con el voseo, que en este caso se aproxima, por el tono y el gesto corporal, al llamado parlache, la versión vocal del bajo mundo tras la conversión en “un tipo común y corriente… como vos”.

Tal metamorfosis pretende camuflar lo que Federico Gutiérrez representa de verdad. ¿No expresa acaso en sus esencias el neoliberalismo de César Gaviria? ¿No está también mal relacionado como Samper, aunque este expresidente apoye a Petro? ¿Su ligereza conceptual no emula la futilidad y pedantería de Andrés Pastrana? ¿No ostenta autoritarismo de gamonal al peor estilo Uribe? ¿Y cuánto en él no hay de la fullería de tahúr de Santos o de la mediocridad reaccionaria de Iván Duque?

En efecto, en política económica anuncia la continuación de la estrategia de libre comercio y capital extranjero con los fallidos sonsonetes de “aprovechar oportunidades” y “confianza inversionista”, que han servido para saquear al país. En cuanto a respaldos ilegítimos, lo apoyan 45 de los 54 clanes de la corrupta politiquería criolla (A. Ávila). La carencia de profundidad en el discurso, que “no tiene intelecto suficiente para entender la sociedad colombiana”, se volvió axioma (S. Kalmanovitz) y el anuncio de la ley de fuga, por la que “los bandidos en la cárcel o en una tumba”, compite con los aciagos tiempos de la “mano firme”, cuyas barbaridades se empiezan a ventilar en la JEP. Comprobado que es el candidato del Equipo Duque, no es exagerado decir que “Dios los cría y ellos se juntan”. Es el combo completo, todos, además de ser yes-man del Tío Sam, en uno.PUBLICIDAD

A esto, Federico Gutiérrez agrega una hoja de vida sin mayores méritos. Fue dos periodos seguidos concejal de Medellín, en los que algunos colegas dicen que fue “juicioso”, y alcalde entre 2016 y 2019. En ese cuatrienio el índice de progreso social (IPS), una metodología de Medellín Cómo Vamos que califica distintos aspectos de la vida ciudadana, retrocedió en el total ponderado de 65,8 a 65,7 puntos.

La capital de Antioquia echó para atrás y los aspectos que más incidieron en la “rajada” no fueron de poca monta: el acceso al conocimiento básico, la dimensión de oportunidades, la nutrición en menores, la sostenibilidad ambiental, las restricciones a la libertad de expresión en el componente de derechos humanos, el acceso a la educación superior y la seguridad, de la que se jacta de ser experto, pero en la que tuvo el peor resultado, cayó de 79,5 puntos a 71,9, casi ocho menos. Los aspectos en los que Gutiérrez fracasó en Medellín son precisamente en los que más reclama ser atendida ahora la población nacional (ver Medellín Cómo Vamos, IPS, 2016-2019).

No solo eso. La pobreza monetaria creció entre 2015 y 2019 de forma escandalosa en Medellín: del 13,69 al 26,5 por ciento y la pobreza urbana extrema aumentó de 3,4 a 5,09 y la desigualdad, según coeficiente de Gini, subió de 0,504 a 0,587 (portal de Medellín, pobreza y desigualdad). Una catástrofe social porque el desempleo también alzó del 10,6 al 12,2 por ciento (Dane, DNP, DEE).

En cuanto a las finanzas públicas en ese tiempo, el endeudamiento fue la herramienta fiscal expedita de Federico Gutiérrez: el sector central de la Alcaldía lo incrementó en un desmesurado 61 por ciento, de 1,18 billones de pesos a 1,89, y en todo el conglomerado del municipio, incluyendo EPM y el Metro, en un 25 por ciento, de 22,07 billones de pesos a 27,38 (Contraloría, Medellín, deuda pública).

Hay evidencia de que el palmarés de Federico Gutiérrez es precario e idem su dominio de los asuntos del Estado. ¿Por qué cierta élite política, social y económica se obstina en presentarlo como gran adalid cuando su único “encanto” es ser el anti-Petro? Porque el declive y desprestigio de dicha cúpula es tal que, ante la escasez de auténticas figuras de Estado como otrora, decidieron echar por el atajo de una vana estrategia publicitaria para un personaje trivial la del lobo feroz de Caperucita, una senda, “para devorarte mejor”, por la cual arriesgan a irse a un abismo profundo.